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Nunca es fácil, escribir, volver a conectar.

 

Dejarse ir con los años, atraparse en las crisis, y olvidar mientras todo va bien.

 

Pero que necesidad imperiosa la de hablar, la de decir. Cuántas cosas atrapadas en el tiempo, cuánta tinta sin rodar, cuanta palabra no dicha.

 

Le tengo miedo a escribir, porque no tengo manera de no ser yo cuando lo hago. Porque me da miedo decir que estoy en un buen punto en mi vida, porque tengo miedo de decir que tal vez esté soñando, que camino en arenas movedizas, que aún volteo a ver si me siguen, que me tomo el café, pensando en cuánto veneno lleva.

 

La verdad hay etapas que no se curaron, curitas desgastadas en heridas sin cicatrizar. Mucha risa, mucho camino, pero el bolso lleno de piedras que no se arrojaron aún pesan. El llanto contenido, las verdades no descubiertas, la despedida forzada a destiempo.

 

Aún me persiguen, aún tiemblo de noche. Aún de madrugada, cuando todos duermen yo me deshago, devuelvo el tiempo, grito, pateo, recrimino. Luego me maquillo y sonrío, la maleta pesa y sin embargo con qué ligereza mis pies son alas para volar, la vida me sonríe. Y tu recuerdo, me abriga el corazón.

 

Es un nuevo día.  

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